¿Existe un perfil concreto de terrorista?

Alfonso Martínez (@alfonso_mb) |


En este artículo llevaré a cabo un pequeño repaso a las circunstancias que pueden ayudar a entender la entrada y permanencia en grupos terroristas. Además, para una mayor profundización en estos conceptos, expondré de forma breve el caso de los Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO en adelante), una de las organizaciones terroristas con mayor actividad en España durante el siglo XX (Sánchez-Cuenca, 2009).

Para entender el perfil de las personas que llegan a formar parte de organizaciones terroristas es oportuno entrar a valorar ciertos facilitadores y factores que pueden influenciar y hacer más fuerte la vinculación con el grupo. Para ello, seguiremos a Rodríguez-Carballeira et al. (2014).

Previamente, es preciso señalar que es comúnmente aceptado que la vinculación a grupos terroristas suele ser un proceso duradero que atraviese varias fases y en el que se encuentran implicados componentes de tipo psicológico y social (Rodríguez-Carballeira et al., 2014).

En relación a características psicológicas del individuo, la literatura científica ha mostrado que dentro de los miembros de grupos terroristas no se identifican ciertos tipos de trastornos psicológicos específicos, ni de un tipo concreto de personalidad (Crenshaw, 2000; de la Corte, 2006; Sanmartín, 2005). No obstante, sí se observa que los miembros de estas organizaciones tienden a ser mayoritariamente varones jóvenes, solteros y sin hijos, pudiendo deberse a que es una etapa de mayor vulnerabilidad del individuo con respecto a fuentes de influencia o presión externa (Rodríguez-Carballeira et al., 2014).

Pese a no poder hablarse de tipos de personalidad propias de ser más propensas a inmiscuirse en actividades terroristas, hay autores que si muestran ciertas pautas para entender la entrada a participar dentro de un grupo terrorista. Horgan (2005) señala los siguientes elementos de predisposición: la cantidad de experiencias tempranas de la persona en relación con el conflicto; el conocimiento previo del grupo, la experiencia del individuo, el grado y la naturaleza de algún tipo de participación previa con el grupo, y la exposición a los atractivos de la militancia; el contexto de la comunidad y su importancia para el individuo en relación con el valor otorgado en la implicación con el grupo; y la naturaleza, las oportunidades y las alternativas de unirse al grupo. Por otra parte, Trujillo, Moyano, León, Valenzuela y González-Cabrera (2006) hablan de dos tipos de necesidades de las personas que son susceptibles de ser captadas: la primera, hace referencia a las necesidades básicas y la privación relativa, y el segundo, las necesidades de identidad y realización personal.

Rodríguez-Carballeira et al. (2014) señalan ciertas características que se pueden encontrar dentro de los miembros de grupos terroristas. Dentro de las características psicológicas señalan: el idealismo, como una idea romántica sobre la capacidad de transformar la sociedad hacia un rumbo considerado mejor; el altruismo, como disposición a dedicarse a trabajar y luchar por liberar o salvar el pueblo o la comunidad; la capacidad de entregarse de manera absoluta a un fin con cierto deseo de trascendencia; cierto grado de ingenuidad e inmadurez afectiva; y un sentimiento de insatisfacción y desilusión con la realidad social vivida. Otro factor al que se le da mucha importancia, y que también es recogido por Rodríguez-Carballeira et al. (2014), es el sentimiento de odio, rechazo y venganza que pueden encontrase hacia un grupo de personas que es considerado el enemigo, al serle atribuido a este la responsabilidad de las injusticias, privaciones o vivencias traumáticas de las que han sido víctimas ellos mismos o su pueblo (Merari, 2007; Post, 2006).

En referencia a estas características, el exmiembro del GRAPO Félix Novales (1989), en base a su experiencia personal, expone que pueden ser factores facilitadores de la integración en una banda terrorista como esta la ideologización, la inmadurez, la incomprensión, la fanatización, el mesianismo, y el odio.

En relación a la permanencia en el grupo terrorista, Rodríguez-Carballeira et al. (2014) señala que, si bien estos nuevos integrantes suelen tener una socialización ideológica y doctrinal previa, existen distintas formas de influir para la permanencia en el grupo:

  • Aislamiento. Una vez que el sujeto se encuentra inserto en el grupo, experimentará una situación de encapsulamiento (al menos psíquico) que condicionará su interacción con el exterior y dificultará el surgimiento de ideas críticas o el planteamiento de abandonar el grupo.
  • Control y manipulación de la información. El grupo terrorista desarrollará mecanismos de seguridad para evitar que los miembros se expongan a mensajes que cuestionen sus postulados, siendo frecuente la ostentación de órganos propios de comunicación.
  • Control de la vida personal. Estos se suelen limitar a pautas de vida necesariamente disciplinadas debido al tipo de actividad. No obstante, puede haber determinada circunstancias en que el grado de control pueda llegar a ser más elevado, como puede ser la estancia en prisión.
  • Abuso emocional. Son habituales formas coactivas como el desprecio, la humillación, el rechazo, la intimidación y la amenaza cuando alguien cuestiona el grupo o busca una salida personal.
  • Adoctrinamiento en un sistema de creencias absoluto y maniqueo. El grupo posee un sistema de creencias al que le da un carácter absoluto, siendo sostenido de modo fanático. Al creerse dueños de la verdad absoluta, piensan que la meta perseguida justifica sus acciones.
  • Lazos de amistad. Estos se pueden llegar a manifestar con fuerza en caso de organizaciones clandestinas, desarrollándose una fuerte cohesión grupal (Javaloy, Rodríguez-Carballeira y Espelt, 2001). Además, la base social del grupo terrorista se nutre de un proceso de interacción interpersonal en el que la clave está en la red de contactos, fomentando esto la presencia de vínculos familiares y de amistad previos a la entrada en la banda.
  • Fuerte identidad social. Esta fomenta una fuerte separación entre el endogrupo (la banda terrorista) y el exogrupo (el enemigo de su causa), señalando a este último como el culpable de los males que denuncia, llegando a infrahumanizar o deshumanizar a las personas que lo componen.

En el caso concreto del GRAPO, De Apellaniz (2016) afirma que dentro de este existe una disciplina de partido inquebrantable, la cual llevaba a los miembros a obedecer al líder hasta las últimas consecuencias, siendo prueba de ellos las diferentes huelgas de hambre orquestadas desde la organización, llegando a morir el miembro del GRAPO José Manuel Sevillano (Castro, 2016). Este compromiso y determinación de sus miembros producía que, tras su puesta en libertad, volviesen a integrarse en la clandestinidad inmediatamente, lo cual ayudó a la banda a reponerse de las sucesivas operaciones policiales (De Apellaniz, 2016). Además, la capacidad de recomposición del grupo, pese a ser limitada por las diferentes operaciones policiales, consiguió articularse entre las personas vinculadas a los presos por lazos familiares o amistosos. Esta captación se produjo principalmente por medio de algunos círculos de jóvenes agrupados en torno a militantes, y en las actividades de solidaridad con los presos producidas en ambientes radicales y alternativos (Castro, 2016).

Rodríguez (2009) considera que los miembros del GRAPO están integrados por un pequeño grupo de extrema izquierda, surgido de la OMLE (Organización de Marxistas Leninistas de España), quiénes tenían una orientación ideológica maoísta. Fue formada en el exilio por españoles que habían emigrado a Francia y Bélgica, pretendiendo la refundación del Partido Comunista sobre las bases del marxismo-leninismo. Se fueron formando núcleos en ciudades como Cádiz, Madrid o Vigo a partir de emigrantes retornados, y a partir de ahí comenzaron su expansión y posterior toma de las armas.

Para comprender el uso de la violencia de sus integrantes, hay que tener en cuenta que esta, según el pensamiento político de la organización, es un arma tan válida como cualquier otra. El empleo de la violencia es llevado a cabo de forma consciente e intencionada, estando amparada por la táctica y la reflexión (Parra, 2016).

Dentro de esta organización terrorista, se pueden observar muy distintas procedencias de sus miembros. Así, dentro de sus filas podían encontrarse jornaleros, obreros y universitarios (o antiguos estudiantes) de toda la península. Si bien, la mayor parte de sus miembros provinieron del sector estudiantil de la ODEA (Organización Democrática de Estudiantes). Igualmente, los había que provenían de familias conservadoras, de familias humildes, e incluso de militares. En relación a la personalidad de estos, la situación se encuentra lejos de un perfil de personalidad único, siendo sólo común entre ellos el compromiso con los principios y objetivos de los miembros del GRAPO (Gómez, 1991).

El caso más paradigmático probablemente sea el de Manuel Pérez Martínez, más conocido como Arena, quien lideró la organización durante buena parte de su existencia, y pese a las crisis internas que vivió como líder y el ingreso en prisión de numerosos miembros, fue capaz de reorganizar y hacer sobrevivir la organización pese a la fuerte presión de los cuerpos policiales españoles. Arena, de origen obrero, era considerado un hombre inteligente, con mucho carácter, y muy comprometido y concienciado con los objetivos de la organización (Gómez, 2001).

En ella, fueron frecuentes las relaciones de pareja entre miembros, siendo recurrente que fruto de ellos naciese algún hijo. Sin embargo, cuando los integrantes tenían que elegir entre sus intereses personales y los de la organización, fueron muchos los que eligieron esta segunda opción. Esto se puede observar en el hecho de que José Manuel Sevillano, miembro de la banda, murió a causa de la huelga de hambre cuando su hija tenía solo dos años. De igual forma, un total de seis mujeres integrantes de la organización, cortaron su relación con sus respectivas parejas por motivo de desertar, llegando a firmar una carta pública en la que expresaban su desprecio por ellos al traicionar los objetivos de los GRAPO, aunque una de ellas también se marchó de la banda pocos meses después (Gómez, 1991).

En resumen, se puede exponer que los miembros de organizaciones terroristas no necesariamente responderán a un perfil de personalidad concreto, sino que probablemente reunirá a un espectro con una mayor o menor amplitud, donde lo importante será el compromiso con la organización terrorista y los postulados que defienden, así como otros factores que faciliten la entrada y permanencia dentro de ella.


 

Bibliografía

De Apellaniz, J. (2016). La Guardia Civil contra el PCE(r)-GRAPO. Cuadernos de la    Guardia Civil, (nº Extra 1), 63-84.

Castro, L. (2016). Grapo: el largo final de un ciclo de violencia. Tiempo devorado:         revista de historia actual, vol.3 (nº 1), 53-73.

De la Corte, L. (2006). La lógica del terrorismo. Madrid, España: Alianza.

Crenshaw, M. (2000). The Psychology of Terrorism: An Agenda for the 21st       Century. Political Psychology, vol.21 (nº 2), 405-420.

Gómez, R. (1991). GRAPO, los hijos de Mao. Madrid, España: Fundamentos.

Horgan, J. (2005). Psychology of Terrorism. Nueva York, E.E.U.U.: Routledge.

Javaloy, F., Rodríguez-Carballeira, A. y Espelt, E. (2001). Comportamiento colectivo y movimientos sociales. Madrid, España: Prentice Hall.

Merari, A. (2007). Psychological Aspects of Suicide Terrorism. En B. Bongar (Ed.),       Psychology of Terrorism (101 -115). Nueva York, E.E.U.U.: Oxford        University Press.

Novales, F. (1989). El tazón de hierro. Barcelona, España: Crítica.

Parra, E. (2016). Presos de GRAPO en una prisión de máxima seguridad: lucha y            resistencia en Herrera de la Mancha (1979-1983). Historia Contemporánea, (nº   53), 693-724.

Post, J. (2006). When Hatred is Bred in the Bone: The Sociocultural Underpinnings of Terrorist Psychology. En J. Forest. (Ed.), The making of a terrorist (Vol. 1, 13-    33). Westport, E.E.U.U.: Praeger Security.

Rodríguez, J.L. (2009). Los terrorismos en la crisis del franquismo la transición política a la democracia. Historia del presente, (nº 13), 133-151.

Rodríguez-Carballeira, A., Martín-Peña, J., Almendros, C., Escartín, J., Porrúa, C. y       Bertacco, M. (2014). Un análisis psicosocial del grupo terrorista como secta.      Revista de Psicología Social: International Journal of Social Psychology, vol.      24 (nº2), 183-195.

Sánchez-Cuenca, I. (2009). La violencia terrorista en la transición española a la   democracia. Historia del presente, (nº 14), 9-24.

Sanmartín, J. (2005). El terrorista. Cómo es. Cómo se hace. Barcelona, España: Ariel.

Trujillo, H. M., Moyano, M., León, C., Valenzuela, C. y González-Cabrera, J. (2006).    De la agresividad a la violencia terrorista: historia de una patología psicosocial    previsible (parte II). Psicología Conductual, vol.14 (nº 2), 289-303.

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